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Análisis de Amplitude

Harmonix recupera un juego querido por los fans. ¿Es un regreso triunfante o un recuerdo que es mejor dejar en el pasado?

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Los juegos musicales, o más bien de acción rítmica, fueron en su día un gran negocio, con todo el mundo en el sector intentando marcarse una versión propia de la mecánica Guitar Hero a mediados de los noventa. Las batallas épicas que implicaban pulsaciones sincronizadas de botones, en ocasiones con periféricos de plástico, estaban muy de moda. Guitar Hero conquistó a la crítica y a los jugadores, y así llegó a ser durante un tiempo más que un videojuego. Se convirtió en una institución cultural con suficiente éxito y popularidad como para tener sus propios muñecos y un episodio de South Park dedicado.

Pero aquellos eran otros tiempos, y la sobresaturación del mercado tras varias entregas bastante flojas de Guitar Hero y la introducción por parte de Rock Band de múltiples periféricos provocó que los precios subieran y la calidad bajara. Como un grupo venido a menos, aquellos una vez queridos instrumentos de plástico terminaron olvidados y cogiendo polvo mientras el público pasaba a otra cosa.

Ahora el estudio Harmonix, creadores del Guitar Hero original y luego de Rock Band, han vuelto con una versión 'reboot' de su juego de 2003 para PS2, Amplitude. Un clásico que en muchos sentidos significó los cimientos para GH, pero que quedó rápidamente tapado bajo el boom del género.

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Quizá dejando mayor prueba de la impopularidad temporal de los juegos rítmicos, el estudio ha sido incapaz de encontrar una publicadora interesada en revitalizar la serie para la nueva generación, pese a la aclamación que recibió el predecesor. Sin embargo, el nuevo Amplitude ha sido financiado con éxito vía Kickstarter, demostrando que el género puede estar en horas bajas, pero todavía no está fuera de los escenarios y tiene a muchos seguidores capaces de rascarse el bolsillo. Aún existía un seguimiento de culto al original que quería que esta versión moderna se hiciera realidad.

El nuevo Amplitude, lanzado a primeros de mes, devuelve a Harmonix a unos tiempos más sencillos, antes de que se vieran arrastrados por el estilo de vida de las estrellas de rock, Si jugaste al original de 2003 ya sabes lo que te espera, pues esta versión no se desvía demasiado. El 'reboot' es más un tributo al clásico que un esfuerzo por evolucionar la serie o el género.

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Por suerte para jugar a Amplitude no hacen falta periféricos de plástico con botones y forma de instrumentos. Los comandos se introducen con los botones L1, R1 y R2. Así, los jugadores pilotan una nave espacial que se desliza sobre unos raíles de distintos colores, cada uno ligado a una parte musical concreta: percusión, voz, bajo y demás. Si atraviesas los nodos del raíl en la secuencia y con el tempo correctos, ese elemento se añade a la pista actual. De este modo se consigue la ilusión de que tus esfuerzos están creando la música, en lugar de simplemente facilitando su presencia. El concepto es sencillo y el método de entrada de control nada complicado, pero el sentido del ritmo (¡ay, Rhythm Heaven, a ti también te echamos de menos!) requerido, así como la destreza y la sincronización, hacen que el juego sea mucho más desafiante de lo que podría indicar su básica premisa.

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De hecho, Amplitude permite un considerable grado de creatividad compositora, pues los jugadores pueden decidir el orden en el que van añadiendo las partes musicales al tema dependiendo de en qué raíl decidan concentrarse. Si te pasas los suficientes segmentos de un carril terminará en una explosión de color que te libera momentáneamente para pasar a otro elemento de la canción. Esto convierte a la partida en algo genial para los que aprecian profundamente la música y la sutil cualidad que aporta cada elemento por separado a la composición.

Además, pese a centrarse totalmente en la música, Amplitude nunca olvida que es en esencia un videojuego. Si pulsas el botón equivocado o lo haces en el momento equivocado no sólo se corta la canción, sino que la barra de energía de tu nave recibirá un buen impacto. Y si te pasas, game over. Como se hizo luego en Guitar Hero, haciendo secuencias correctamente vas aumentando tu multiplicador, lo que es esencial para conseguir las máximas puntuaciones. Para esto, para dominar un tema y aparecer en las tablas de clasificación online, hace falta jugarlo varias veces y no perder detalle.

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El contenido está dividido entre la campaña y el juego libre, pero gracias a una historia que roza lo inexistente la única razón para jugar la campaña es que puedes desbloquear canciones de bonus. Al parecer, tu misión rítmica es restaurar las interconexiones neuronales de un paciente comatoso... desde dentro de su cerebro. Es tan poco consecuente e innecesario que parece que los diez minutos de lluvia de ideas que invirtió Harmonix para concebir una historia fueron una pérdida de tiempo.

Pero si bien en un juego como este que la campaña sea ridícula tiene poco efecto sobre la calidad general, la selección musical es, sin embargo, crucial. Y aquí es donde se nota demasiado el presupuesto relativamente bajo del juego, al no contar con fondos para adquirir las costosas canciones licenciadas. En lugar de eso encontramos todo un trabajo casero, con Harmonix componiendo 10 de los 30 temas incluidos. Y no pasaría demasiado si sonaran genial, pero por desgracia se evidencia una clara falta de variedad musical, y los que pasen del techno o la electrónica no encontrarán mucho amor aquí. Además, desbloquear todas las canciones requiere una inversión considerable de tiempo, algunos temas exigiendo hasta cincuenta partidas a los niveles. Esto resulta repetitivo y parece que te pide 'grindar' innecesariamente, como en un RPG aburrido.

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En las dificultades más altas el sistema de juego simplificado sigue significando una considerable prueba mental, de concentración y reflejos, lo que garantiza horas de disfrute. Y más aún cuando te das cuenta de que también hay modo multijugador para ampliar la experiencia. Los jugadores pueden competir en solitario en partidas libres o juntos mediante partidas por equipos. Bloquear el carril de otro jugador o aprovechar los potenciadores para fastidiar su avance son dos de los mejores momentos que puede ofrecer Amplitude. Es diversión multiplayer de la buena, y con este factor en mente puedes tener un candidato alternativo a las tardes-noches de party games en el salón con los colegas.

Sin embargo, la ausencia de canciones más conocidas con las que experimentar y la limitada variedad musical sigue mermando algo que por otro lado es una buena experiencia de juego. Estos puntos débiles evitan que Amplitude pueda convertirse en un exitazo. Si Guitar Hero se podía comparar con esas pedazo de bandas míticas que llenan estadios de fútbol, Amplitude es el músico independiente que ameniza la noche en el pub del barrio. No rompe moldes, pero tampoco le importa. Sus mecánicas sencillas y sus canciones de autor te llevan de viaje espacial musical desafiante, gratificante e hipnótico.

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07 Gamereactor España
7 / 10
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Adictivo y satisfactorio. Fácil de jugar, difícil de dominar. Gráficos coloridos espectaculares. Multijugador y tablas de clasificación aportan longevidad.
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Con el presupuesto recortado no hay temas licenciados. Para desbloquear algunas canciones hay que 'grindear' demasiado. Falta variedad de géneros musicales.
overall score
Media Gamereactor. ¿Qué nota le pones tú? La nota de la network es la media de las reviews de varios países

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ANÁLISIS. Autor: Anne-Marie Coyle

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