Análisis de Dungeon Defenders

Si me pongo a jugar un par de horas antes de dormir a juegos como Tetris, Puzzle Quest o algún shoot 'em up, al final me tiro toda la noche. Su estructura sencilla te pone a repetir la misma acción una y otra vez durante mucho rato. Las noches sin dormir "por culpa" de estos juegos me han matado literalmente, sobre todo cuando de joven trabajé en la cinta transportadora de una fábrica.

Recientemente, he de reconocer que me pasó lo mismo con Dungeon Defenders. Noches y noches pensando en el maná y en enfrentarme a los orcos. Porque, después de todo, la profundidad de este juego se basa en su repetitividad. Estoy haciendo algo, y tengo que hacerlo todo el rato. El objetivo es subir de nivel, conseguir un arma mejor o acceder a nuevos personajes.

En el juego, los adversarios más hábiles han inundado el mapa de trampas. Me pongo a correr, recogiendo todo el botín que dejan atrás los caídos. Me avergüenza hacer el hiena, pero me veo jugando una y otra partida más. Este juego se conoce entre los amantes de los RPG, pero no se había visto antes esta faceta tan a lo "tower defense". Trendy Entertainment ha conseguido una mezcla verdaderamente equilibrada entre ambos mundos, sumando una buena dosis de acción. Defensa, rol y acción, eso es. Funciona realmente bien, especialmente en la modalidad multijugador, ya sea en línea o con la pantalla dividida.

Todo comienza con cuatro héroes, tras los muros de su castillo. Los irresponsables de los padres los dejaron solos, la fortaleza amenazada por millares de orcos. La construcción de trampas es la única posibilidad de sobrevivir a la invasión, pero resulta que solo es el primer paso. Lo malo es que no puedes prepararlas y esperar de brazos cruzados: también debes hacerles frente con tus espadas, lanzas y magia. ¿O es lo bueno?

Por desgracia, los desarrolladores no han dado en el clavo con los escenarios. Construyeron un mundo medieval, y hasta ahí no hay ningún problema. Lo que no funciona es la iluminación que añadieron después. Todo aparece en pantalla con colores brillantes, dotando al juego de un aspecto poco digno. Morados, verdes y azules por doquier. Una sopa hortera que se clava como un cuchillo en los ojos, y molesta.

Quizás sea soportable, como a lo mejor también puedes soportar la gestión que hace el peor sistema de menús de juegos que he visto en mi vida. Después de unas horas de juego, hice un descubrimiento desagradable: todo lo que había jugado no había servido para mucho. Los puntos de experiencia son prácticamente inútiles, por lo que se puede decir que jugaba más por hobby que por diversión. Este juego es al final como un crucigrama: no es divertido, pero matas el tiempo con él. La diferencia es que con un crucigrama luego duermes mejor.