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The Red Strings Club

Análisis de The Red Strings Club

¿Puede el ser humano vivir sin la depresión?

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Para los guionistas, usar un bar es tener un lugar comodín que sirve para desarrollar personajes, argumentos e incluso ideas. Nadie necesita una gran excusa para visitar cualquier tasca o bareto y hablar de lo humano y lo divino con amigos, conocidos, compañeros de trabajo, familiares o hasta con el camarero.

La figura del barman comienza a vislumbrarse no solo como la del que sirve las bebidas y las copas, pasa a ser un confidente, alguien que empuja a que la trama avance, a encender la chispa en cualquier personaje (o persona, ojo). Acaba siendo alguien de confianza, alguien que puede conocer lo peor y lo mejor de los demás y manejar una cantidad de información inalcanzable para otros muchísimos. Y ese mismo es nuestro papel en The Red Strings Club.

El estudio valenciano Deconstructeam ha vuelto al ruedo tras un más que potente y exigente Gods Will Be Watching y lo hace con un videojuego que sigue algunos de sus rasgos más identificativos. La apariencia sigue apelando a lo retro y el siempre presente trasfondo incita a la reflexión; pero la dificultad y las penalizaciones se han convertido en un continuo camino hacia adelante. La historia de Donovan, nuestro barman, a quien manejamos, jamás queda sin concluir por error del jugador; siempre lleva a un desenlace y siempre a una reflexión.

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Para ello recurre a su argumento. En The Red Strings Club todo gira en torno a un gigante corporativo, Supercontinent, que planea lanzar al mundo un nuevo producto, o más bien un nuevo programa, con el que erradicar por completo la depresión. El Bienestar Psíquico Social (BPS) es su forma de hacer que la sociedad sea un lugar mejor, de evitar todo el malestar que pueda llevar a alguien al suicidio o al homicidio; pero que también atenta contra la propia naturaleza del ser humano, coartando su libertad de comportamiento.

Al menos, esa es la idea de Donovan. El regente del club que da nombre al juego es de las pocas personas que, en una ciudad futurista, prefiere contar con un problema de rodilla antes que instalarse una prótesis robótica; que gusta más de tirar de memoria antes que tener un almacenamiento digital que potencie sus conocimientos, y un sinfín más de ventajas que se ofrecen en un mundo completamente evolucionado.

Él prefiere mover todos los hilos desde su bar, a través de los cócteles. Por accidente, logra enterarse del plan de la compañía, así como de su intención de propagar ese bienestar inducido a aquellas personas que no tienen nada robótico gracias al Algoritmo de la Neurona Espejo (ANE). Para alguien que prefiere vivir con dolor a tener un cuerpo mejorado, la idea de que nos controlen o más bien nos limiten de esa forma no parece lo correcto. Ni tampoco a nosotros, que estamos aquí para manejarlo en su particular cruzada... ¿o quizá sí que estamos de acuerdo con erradicar algo que, a priori, solo causa mal?

La capacidad de The Red Strings Club para que comiences a debatirte contigo mismo es algo magistral. Estamos ante una aventura gráfica con un elevado componente conversacional, y aunque también nos ofrezca conducir cada conversación a cada lado de la barra del bar, haciendo cócteles que nos permitan causar estados de ánimo a nuestros charlatanes clientes, en realidad el centro de todo los construyen la política -como la capacidad de actuar para conseguir un resultado concreto- y la depresión.

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The Red Strings Club

A diferencia de otras tantas producciones, la creación de Deconstructeam no quiere ser algo entretenido, no es una experiencia "para pasar el rato" o para divertirse. Todo se desarrolla a base de conversaciones, de elegir qué preguntar para obtener la información que queremos para tratar de detener a Supercontinent. Y sí, tenemos algunas mecánicas distintas y originales, como la recurrente elaboración de cócteles para provocar respuestas diferentes. Esta propuesta es sencilla: para conseguirlo, solo tienes que hacer que dos círculos se alineen; pero debes mezclar hielo para ajustar el tamaño de uno de los círculos y combinar las bebidas estimadas para desplazarlos y hacer que tengan la misma orientación.

Es una idea bastante simplificada de cómo preparar combinados, pero una muy buena síntesis
para quienes no tenemos ni idea siquiera de cómo se agita una coctelera. Realmente lo que mezclemos es algo que nos da igual, hacemos coincidir esas circunferencias para echar un poco el freno entre tanto diálogo y ver cómo sus efectos consiguen que una directora de marketing nos haga proposiciones indecentes o para que un científico loco se derrumbe por completo; pero siempre para manejar más y más información, para mover todos esos hilos que nos interesan y conseguir nuestro propósito: respuestas para nuestras preguntas.

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Sin embargo, lo que The Red Strings Club hace endiabladamente bien es conseguir sembrar el germen de la duda en el jugador. Estamos muy acostumbrados a obedecer sin rechistar, a guiarnos por el personaje y hacer lo que se nos pide. Pero, cuando una de las unidades Akara (fundamental para la historia, y no imagináis a qué nivel) comienza a lanzar preguntas a Donovan y da libertad para responder, te das cuenta de que quizá sí estás de acuerdo con el lanzamiento del BPS, que quizá sí se puede conseguir algo que parece utópico con un cambio tan sencillo y que esta rebelión posiblemente carezca de sentido.

Porque al final no importa que su conjunto tan retro nos presente un mundo cyberpunk y noir, ni que a veces tanto diálogo pueda abrumarte. Todas las conversaciones muestran el lado humano de los personajes, te hacen ver que todos escondemos algo por mucho que sonriamos a la vida y, al final, los hilos se entrelazan hasta hacerte quedar completamente enredado e inmerso en el debate que erige la propia trama. Pero, en el fondo, todo parte de una idea sencillísima como es la felicidad y de cómo y cuánto puede afectar la depresión en el ser humano.

Y es esto lo que hace de The Red Strings Club una obra a saborear con tiempo y detenimiento. Ayuda que cada decisión repercuta en el resultado final, que incluso en el último segmento tengas libertad para elegir; pero también que pases apuro a la hora de evitar un suicidio, que te dejes llevar por la tensión, por la potente carga emocional que puede llegar a alcanzar a través de unas escenas perfectamente medidas. Pocas veces hemos visto a un puñado de píxeles golpearnos tan fuerte y a la vez con tanta sutileza en la sesera, y Deconstructeam puede presumir no solo de eso, sino de hacer que todo el que se cruce con su nuevo juego reflexione profundamente tras tomarse esa última copa.

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Izquierda: la interesante mecánica de mezclar bebidas para hacer combinados.
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08 Gamereactor España
8 / 10
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Diseño simple pero atractivo, influencia de cada decisión, su capacidad para hacer que el jugador se cuestione a sí mismo.
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Poca variedad de mecánicas, carece de interés para el que no disfrute con largas conversaciones.
overall score
Media Gamereactor. ¿Qué nota le pones tú? La nota de la network es la media de las reviews de varios países

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