Dark Souls 3 - impresiones

Dark Souls III está claramente inspirado en el éxito de Bloodborne, el juego exclusivo de PS4. De hecho, nuestro guerrero no muerto parece ser más rápido y más ágil en Dark Souls 3 que en cualquier otro de sus predecesores, y no pierde en ningún momento ese toque clásico tan Souls. A diferencia de Bloodborne, en esta experiencia seguimos llevando un escudo y podemos perfectamente golpear con nuestra espada la pared, si no tenemos cuidado. Por eso, en este juego hay que ser más precisos y confiados de lo que hemos sido nunca en Yharnam.

La aventura empieza (la primera vez de muchas vidas) saliendo de una torre y dirigiéndonos a una muralla enorme de piedra que se extiende en dos direcciones. Nosotros escogimos ir hacia la derecha e, inmediatamente, nos encontramos con un par de lobos blancos tamaño XL sedientos de sangre, que se merendaron a nuestro pobre héroe. De nuevo, despertamos en la hoguera y nos dirigimos de nuevo a la muralla, decididos a pasar por encima de estos sabuesos infernales.

Los controles son exactamente iguales que en los dos primeros títulos y pronto empezamos a bailar alrededor de los enemigos, poniendo a trabajar la memoria muscular y esquivando a los lobos. Por fin, con unos cuantos ataques rápidos de nuestra espada, las bestias caen derrotadas y podemos seguir por la muralla. A nuestro alrededor se puede observar una gigantesca fortaleza, con torres góticas y banderas raídas ondeando ligeramente en el viento. Es muy fácil ver la inspiración de Bloodborne en los entornos, aunque es cierto que la iluminación no es tan sombría.

Volviendo a la muralla, nos encontramos con un par de individuos de piernas largas y que parecen creados por el mismísimo Tim Burton que, como no, nos atacan a una velocidad increíble. Empezamos a rodar, pero nos atrevimos demasiado con nuestro contraataque y acabamos muertos. Toca empezarlo todo de nuevo, desde la hoguera. El mismo camino, los mismos enemigos. Los lobos caen fácil y, cuando llegamos a este par de delgados enemigos, rodamos a su alrededor, atacándoles, y acabamos apuñalándolos por la espalda.

Bien, por fin alcanzamos el final de la muralla que, para nuestra decepción, resulta ser un callejón sin salida. Nuestra única recompensa son algunos objetos básicos, como cuchillos para lanzar y bombas de fuego. Bueno, volvamos atrás y veamos qué hay en la otra dirección. Parece que ahora sí vamos en la dirección adecuada, porque podemos avanzar muchísimo más. Como es costumbre, no hay ningún mapa, así que tendrás que confiar en tus poderes de navegación y orientación, como en todos los títulos de From Software.

Acabamos llegando a una casa pequeña y oscura, pero sacamos la antorcha para iluminar a nuestro alrededor y guardamos el escudo. La luz emite un brillo agradable por la habitación, aunque hay algunos enemigos en ella que no son tan agradables. Sin embargo, pasamos ampliamente de ellos y subimos por una escalera cercana, que nos libra del peligro y nos lleva a la luz, donde nos espera una hoguera nueva. A diferencia de los anteriores títulos de Dark Souls (especialmente del primero), esta experiencia parece ofrecer más hogueras, que actúan como puntos de guardado. Está claro que se trata de otra influencia más de Bloodborne y nos parece que es otra señal de que este Souls atraerá a más jugadores, sobre todo a los que antes pensaban que la franquicia era demasiado despiadada.

Sin embargo, el viaje de descubrimientos continúa y acabamos subidos a un bello tejado, acompañados de figuras pálidas con los brazos levantados hacia lo que parecen cuerpos colgados. La situación nos incomoda hasta decir basta y no nos atrevemos a averiguar si estas criaturas son amigos o enemigos. Así, nos escapamos y encontramos otra escalera que nos lleva a la parte de la muralla que ya habíamos explorado.

En este punto, nos detenemos y admiramos las vistas. La fortaleza que tenemos delante es realmente colosal y lo único que podemos hacer es soñar con las docenas de horas que nos llevará explorar toda la experiencia de Dark Souls 3.

No obstante, poco después de este momento de contemplación, entramos en un callejón en el que nos espera una gigantesco caballero. A pesar de su tamaño, la criatura es terriblemente rápida y apenas tenemos tiempo a levantar el escudo, antes de que este minijefe nos haya dado un primer golpe que nos deja maltrechos. Tenemos la vida casi a cero, así que tomamos una poción de salud. Entonces buscamos entre nuestros objetos y encontramos electricidad, que utilizamos en nuestra espada para enfrentarnos a este poderoso enemigo.

Con valentía y unos ánimos renovados, tomamos la espada con ambas manos, rodamos alrededor y le damos unos cuantos golpes a la amenazadora criatura. La vida del enemigo baja un poco, pero está lejos de caer derrotado. Así, el jefe responde con un par de golpes fulgurantes que nos matan en el sitio. Reempezamos en la última hoguera y nos morimos de ganas de volver al callejón del jefe, pero, por desgracia, el tiempo de la prueba se ha acabado.

Como punto negativo principal, parece que From Software todavía no ha arreglado la falta de fluidez que ya había en los anteriores títulos, de forma que Darks Souls III sigue teniendo el mismo desequilibrio de FPS que antes. Y también creemos que ya es hora de mejorar el motor gráfico. Sin embargo, la estética de la experiencia es tan distintiva que al poco nos centramos más en la misteriosa atmósfera que rodea al juego que en los gráficos de los escenarios.

Dejamos la prueba de Dark Souls 3 con ganas de volver a jugar a todos los títulos de la serie. Lo cierto es que el juego parece un híbrido perfecto entre Souls y Bloodborne: el estilo y la energía de los primeros títulos se funden maravillosamente con la acción rápida que nos recuerda a las noches pasadas en Yharnam.

No tenemos ni idea acerca de qué irá la historia, ni de dónde estaremos ni en qué dirección hay que seguir para llegar a la siguiente zona, pero son precisamente ese misterio y esa incertidumbre los que conforman el atractivo a la serie de Souls. Nos morimos de ganas de que lleguen abril y las mil y una muertes que nos tocará morir.