Análisis de Daylight

Se juega en primera persona, y los sustos se generan aleatoriamente en cada partida. Esto quiere decir que cada vuelta depende del miedo del jugador.

Jugamos en la piel de una mujer llamada Sarah, cuya única herramienta de supervivencia es un smartphone (debemos estar en algún momento del futuro cercano, porque la batería del dichoso aparatito dura horas y horas pese a tener la linterna encendida constantemente). El dispositivo sirve para perforar la oscuridad que nos rodea, y va grabando todo lo que venos. Y por el altavoz del móvil, una voz nos va dirigiendo conforme paseamos, comentando nuestra historia.

Nos encontramos en una isla desértica en New Kiplung, concretamente en un centro de detención y un hospital, ambos demasiado poco iluminados. Como nuestra visión está muy limitada, nos vemos obligados a prestar especial atención a los estímulos sonoros. Mientras vamos haciendo oído para avanzar en el juego, Daylight flashea imágenes de una realidad alternativa contra nuestra retina. Con estas visiones y las reliquias encontradas por la isla, conocemos más sobre su misterioso pasado.

Por desgracia, Daylight plantea una única tarea, un proceso que repetimos hasta que eventualmente los créditos aparecen en pantalla. Pasamos por un laberinto generado aleatoriamente, en busca de seis reliquias. Cada vez que damos con una, conseguimos una llave que desbloquea el acceso a una sala especial, y de ahí a una zona nueva. Si realizas esta práctica unas cuantas veces más, alcanzarás el final.

Como la mecánica es así de cansina, sólo avanzamos y seguimos efectuando estas desquiciantes búsquedas en busca de una respuesta al misterio de la historia. Algo acecha en la oscuridad a nuestro alrededor, y se va haciendo más agresivo e inquietante cuantas más memorias hayamos recogido. Pronto nos atacará directamente. Si Sarah queda rodeada, recibe daño y su campo visual termina reducido al mínimo.

Dos herramientas adicionales especiales facilitan un pelín el viaje por la isla. Una luz de neón verde resalta los elementos con los que Sarah puede interactuar, lo que puede ayudar a dar con la llave. La linterna también puede emitir una brillante luz rojiza, quemando las sombras que lo cubren todo e iluminando un área completa.

New Kipling es un lugar sombrío, desagradable y en el que se nota la tensión. Muchas veces te sorprendes deambulando pegado a las paredes, con las orejas bien abiertas y los ojos escaneando cada rincón por lo que pueda esconderse entre las sombras. En ocasiones te preguntas si la curiosidad merece realmente la pena. Con estas sensaciones queda claro que la atmósfera del juego está muy bien conseguida, pero también que la meticulosa búsqueda de las reliquias es una lata. La música pone de su parte en el ritmo de juego, pero como te cueste encontrar alguna, te quedas atascado dando vueltas por los pasillos uno detrás de otro, siempre con la esperanza de no encontrar tu fin a la vuelta de la esquina.

Porque girar esa esquina o darte la vuelta y mirar hacia atrás en ocasiones descubre una horripilante criatura, ahí plantada; y la muerte llega tan rápido que no tienes tiempo de sacar la linterna. Aunque volverás a aparecer en el último checkpoint, como los enemigos se generan aleatoriamente, nunca te parece que estés aprendiendo, sino únicamente sobreviviendo hasta la siguiente muerte inevitable.

Si bien estamos hablando de un sistema de control algo flojete, existen varias formas de interactuar con el mundo. Sarah puede correr y mover objetos. Los elementos están reducidos a su mínima expresión, manteniendo siempre una presentación de lo más sencilla a la vista. No hay animaciones elaboradas, ni una iluminación y sombreado de primera.

Pero no nos importa. Porque nos centramos en arrastrarnos hasta la siguiente zona. La luz que sale del móvil es muy floja, el resplandor de los tubos de neón muy débil. El paisaje sonoro, por otro lado, es fantástico; es una experiencia que se debe jugar con auriculares en lugar de altavoces de TV, para sumergirte completamente.

La sensación predominante de que algo va a ocurrir beneficia toda la experiencia. Si lo sumas a la naturaleza aleatorizada del mundo, cada jugador vivirá un viaje muy personal. ¿Nosotros? Si bien mantenemos la calma más que otros, sí que nos hemos llevado unos cuantos sustos durante nuestras partidas.

Pero también hay que recordar que, por mucho que el juego genere de forma aleatoria sus escenarios, vamos caminando por secciones que parecen idénticas hasta el siguiente callejón sin salida. Junto a la sensación de desorientación, pues cada pocos metros pasamos por un lugar que parece que ya habíamos visto, es fácil caer en la confusión. De hecho, sin el mapa en el móvil, estaríamos completamente perdidos, y no de una forma adecuada para disfrutar del juego.

Tiene sus problemillas (tened también en cuenta que dura unas tres horas) y puede que no sea suficiente para las exigencias de muchos. Pero es original, aleatorio y curioso, de modo que os dejamos la decisión de si el resultado imperfecto salido de una premisa interesante merece la inversión de unos 14 euritos. Creemos que así es para un fan del género.