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      Dragon Quest VIII: El Periplo del Rey Maldito

      Dragon Quest VIII: El Periplo del Rey Maldito - impresiones 3DS

      ¿Una aventura tan grande en una consola tan pequeña? ¡Y tanto que sí!

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      Recuerdo con especial cariño la primera vez que jugué a Dragon Quest 8. Entusiasmado con el género RPG tras haberme sumergido, como era normal en la época, en la saga Final Fantasy, toparme con la obra ideada por Yuji Horii fue como descubrir un nuevo mundo. Su música, perfectamente orquestada, el diseño de sus personajes, ideado por el célebre Akira Toriyama y unas mecánicas de juego tremendamente tradicionales me hicieron disfrutar incontables horas frente al televisor tratando de poner fin a la maldición de un rey desgraciado.

      Con tan buena impresión por esa primera vez, cuando oí que esta aventura iba a volver con Nintendo 3DS como plataforma destino no pude evitar alegrarme y, por otra parte, guardar cierto recelo. Tenemos la oportunidad de llevarnos un juego de culto donde queramos, pero, ¿será la portátil capaz de albergar tan soberbia aventura?, ¿estará esta reedición a la altura del original?, ¿era necesario? Sí, sí y más sí.

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      He podido probar durante unas buenas horas Dragon Quest VIII: El Periplo del Rey Maldito y, aunque lo empecé con cierto miedo, a medida que avanzo en la partida esa sensación está siendo devorada por las ganas de seguir jugando. Aunque todo está donde estaba; también hay muchas novedades y, por ahora, todas completamente acertadas y suficientes para hacer que quiera seguir jugándolo hasta destripar su último rincón, como con aquella mágica aventura que llegó a Europa hace diez años.

      Si hay algo que caracteriza a esta franquicia es su amor por lo tradicional, por conservar una serie de elementos que le otorgan esa personalidad que cada vez se ha ganado más amor entre el público. Con el lanzamiento, hace nada, de Dragon Quest VII: Fragmentos de un Mundo Olvidado, esta sensación de familiaridad que acompaña a cada entrega de la marca se fortalece. Sigue conservando esos menús tan directos y sin ornamentos, detalles como poder hablar con tus compañeros para resolver dudas o, incluso, los Limos y todos los monstruos que ligamos irremediablemente a la saga. En cierto modo, es como volver a casa.

      La historia, como en el original, sigue girando en torno a la búsqueda de Dhoulmagus para poner fin a la maldición impuesta al rey Trode. Lo bueno, y lo nuevo, es que esta vez hay más personajes para incorporar al equipo. Y no sólo eso, sino que también hay más fragmentos de la historia que permiten ahondar un poco más en el pasado del villano, además de ofrecer nuevas mazmorras a explorar y enemigos a los que eliminar. Aunque este añadido es algo que seguramente pueda comentar con mayor acierto en el pertinente análisis.

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      Hablando de enemigos, conforman uno de los más notables cambios que incluye está versión de Nintendo 3DS. En Dragon Quest VIII los enfrentamientos ya no son aleatorios: ahora los monstruos aparecen libremente tanto por mazmorras como por el mapamundi, lo que facilita las cosas a la hora de querer avanzar rápidamente o evitar encuentros con criaturas demasiado poderosas (¿alguien ha dicho Buffalo Bill?). Pero esto también sirve para saber que eres lo suficientemente fuerte. En el momento que tengas un nivel bastante elevado, muchos de los enemigos huyen de ti como alma que lleva el diablo. Sinceramente, es un buen detalle, corrobora tu aptitud para la batalla y al final se convierte en algo natural y casi instintivo a medida que juegas.

      Pero, ¿qué ocurre entonces si un monstruo en vez de huir se lanza a por ti? Que, como en todo buen RPG, hay una transición, suena un tema de batalla y comienza la pelea. Aquí es donde los amantes del rol clásico pueden sentirse más cómodos; las luchas transcurren por turnos y con los comandos típicos, más algunos nuevos que sirven para mejorar estadísticas o incluso espantar a los enemigos (como Intimidar). Dominar este apartado es fundamental para avanzar, y hay que tomárselo con calma porque este juego viene para apretarnos las tuercas. Dragon Quest 8 no duda en ponerte a enemigos poderosos desde el principio, de hecho una de mis prioridades durante esta partida está siendo subir de nivel; no quiero morder el polvo a la primera de cambio.

      Otra de las cosas que sigue, y que suponía una ruptura con las vocaciones de la entrega anterior, es el sistema de destrezas. Los héroes ya no pueden alternar entre diferentes profesiones, ahora toca explorar una especie de árbol de habilidades asignando puntos que se adquieren al subir de nivel y desarrollando una mayor o menos afinidad con distintos tipos de arma. Esto puede sonar algo más limitado, pero ya en los primeros compases permite tantear con todo tipo de habilidades de combate y cambios en las estadísticas; además de suponer una dosis de responsabilidad que te hace meditar desde el comienzo del juego.

      Por lo general, y ya entrando un poco en lo visual, Nintendo 3DS se porta de forma sorprendentemente buena con Dragon Quest VIII. Viendo tantas imágenes del juego antes de su lanzamiento en Japón, donde vio la luz ya en 2015, parecía que la calidad de los modelos y de todo en general era mucho peor que en el original, y menudo error. A la hora de jugar y ver el título en movimiento, todo el conjunto gana. Los personajes lucen francamente bien y, aunque se pierde detalle en la iluminación o las texturas, también se gana en cantidad de enemigos en pantalla. En resumen, es bastante sólido a nivel gráfico.

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      La portátil, además, aprovecha para introducir algunas mejoras a nivel jugable. En la pantalla inferior cuenta con un mapa que indica en cada momento dónde nos encontramos, algo que agiliza mucho el proceso de exploración en mazmorras (no hace falta encontrar mapas, ni guiarse por la brújula, etc.) y, como añadido, incluye un modo foto para tomar instantáneas y compartirlas vía StreetPass para conseguir objetos. No os exagero si digo que este ha sido, junto a pelear, otro de mis mayores entretenimientos en mis primeras partidas. Ofrecer la posibilidad de perder el tiempo buscando encuadres o tomas jocosas (sí, incluyendo algún 'selfie') es ideal para distraerse un poco entre tanta batalla.

      Lo que no es tan bueno es lo musical. El doblaje de voz sigue estando presente, acertando con los distintos acentos de los personajes, pero la versión que llega a nuestro territorio abandona la banda sonora orquestada que sí hay en Japón, e incluso en la versión de PS2, en pos de algo más modesto. La majestuosidad que otorgaban a la experiencia de juego composiciones como la que acompaña a los créditos de introducción o incluso al mapamundi se pierde por completo; restando encanto y hasta un poco de ese toque mágico tan propio de El Periplo del Rey Maldito.

      Dejando este detalle atrás, y haciendo un poco de recopilación, Dragon Quest VIII: El Periplo del Rey Maldito huele desde el principio a uno de esos títulos fundamentales de 3DS. Es como encontrarse de nuevo con un viejo amigo, pero con cambios que lo hacen todavía más interesante sin que pierda su esencia. Exigente desde el comienzo, carismático y, sobre todo, un salto bestial a todos los niveles con respecto a la entrega anterior.

      De hecho, no sé qué hago aquí todavía. Me voy a por Dhoulmagus y de paso hago algunas fotos por el camino.

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