Análisis de Fantasian

1997. Hace 24 años. Esa fue la última vez que analicé un juego de rol japonés. La verdad es que, salvo contadas excepciones (Secret of Mana, FFVII o Zelda), no es un género con el que conecte mucho. En muchos sentidos, rara vez es lo mío. Pero, cuando el padre de Final Fantasy, Hironobu Sakaguchi, anunció hace casi 3 años que haría un último RPG y que seguiría el estilo, la narrativa y los patrones de Final Fantasy VII, salté como un resorte. Desde entonces, he estado esperando en secreto. FF VII es algo que recuerdo con mucho cariño, una aventura que he adorado durante 24 largos años y a la que Fantasian recuerda mucho, y en el mejor sentido.

La nueva fantasía de Sakaguchi gira en torno a Leo, héroe que despierta en una sala industrial en llamas, aturdido por las luces de una alarma estridente y por la pérdida de una memoria en la que solo queda un pequeño fragmento: una chica que, en algún momento, le salvó la vida. El mundo está en llamas, una raza malvada de droides lo ha invadido absolutamente todo, desde recursos naturales hasta la propia libertad que el ser humano disfrutó en algún momento.

Para recuperar sus recuerdos, dar con la manera de encontrarse a sí mismo y, como guinda, ponerlo todo en su sitio de nuevo, Leo necesita encontrar a la chica que lo salvó, descubrir qué está pasando en el mundo y quién está detrás de todo. La historia es muy similar a la de Final Fantasy VII en muchos aspectos. Desde la destrucción del medio ambiente hasta el romance inocente o la pérdida de memoria son los fundamentos básicos de la narrativa. La historia es típica de Sakaguchi, con partes iguales de épica y comedia que, al final, consiguen un relato refinado y memorable. Aunque no logre alcanzar las altísimas cotas del viaje de Cloud.

La premisa básica es superclásica y una especie de gran tributo a la obra maestra de PlayStation. Estamos hablando de un juego de rol por turnos con acción que introduce tintes de point & click de tanto en cuando y que se centra en explorar lugares, hablar con NPC, llamar a puertas, buscar secretos y hacer tareas secundarias para apaciguar a la población mientras se recogen pistas con las que progresar. Todo esto con un ritmo tranquilo y cómodo que, ciertamente, hace reflexionar sobre cómo un juego puede transmitir nervios y emoción sin acelerarse. Ah, y las batallas por turnos son tan buenas como en los mejores del género.

El centro de las conversaciones antes del lanzamiento de Fantasian sin duda ha sido el diseño, su estética, y Mistwalker ha conseguido desarrollarlos con un toque de lo más especial. Para recrear esa acogedora y gloriosa sensación retro de Final Fantasy VII, Sakaguchi ha optado por construir el mundo de juego con 150 dioramas hechos a mano con el fin de crear un claro contraste entre entorno y personajes. Sin embargo, esto hace que tenga un toque extraño y peculiar que, por otra parte, aprecio muchísimo. El hecho de que los modelos a mano (de arcilla, cristal, piedra y madera) también estén maravillosamente bien hechos no empeora las cosas. Ni me imagino el tiempo que se ha invertido en esto.

La música, por supuesto, tiene la firma del veterano de Final Fantasy Nobuo Uematsu, quien ha escrito 60 piezas para Fantasian que, como la historia y el diseño general, rezuman Final Fantasy VII. Alterna con energía entre hermosas piezas de piano y arreglos orquestales más sólidos y casi apocalípticos. Por supuesto, es difícil que no te guste la atmósfera que la música ayuda a crear.

Este juego es bueno. Es realmente bueno. Original, pero al mismo tiempo familiar. Exquisitamente contado, con personajes adorables y una premisa básica escrita con mucho ingenio. Los entornos modelados a mano son hermosos, al igual que todos los personajes principales, y, junto con esos arreglos de batalla tan retro y su excelente música, me resulta difícil no enamorarme por completo del viaje de Leo. Si, como yo, anhelas constantemente el extraordinario viaje de Midgar y Cloud, Fantasian es algo que deberías seguir de cerca. Si este es, de hecho, el último RPG de Hironobu Sakaguchi, es sin duda un imprescindible.