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Starbound

Las (casi) infinitas posibilidades de Starbound

O cómo cada persona puede vivir una aventura tan diferente en el nuevo rey de los juegos de generación procedimental.

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Uno de los títulos indie que coparon protagonismo en la recta final del ya pasado 2013 es Starbound, juego que abrió su beta en Steam para todos los usuarios que lo adquirieran o lo tuvieran en precompra. Fijándose un esquema similar al del querido Terraria, Starbound pone al jugador en la piel de un explorador espacial de entre seis razas jugables a través de un universo de planetas generados aleatoriamente y que se extienden hasta el infinito, haciendo que cada usuario viva una experiencia diferente a la del resto.

Como decimos, Starbound se encuentra aún en un estado de beta abierta para los usuarios que lo adquieran, así que el trabajo no está totalmente pulido. Se pueden experimentar ciertas carencias durante el juego que se van subsanando vía actualización (en la web oficial de Starbound se puede obtener información sobre futuros parches) del juego, incluso pudiendo llegarse a perder los datos de guardado en el proceso. Desde la compañía desarrolladora se advirtió de todo lo que implica jugar esta beta, así que el usuario está sobre aviso y su 'feedback' puede ayudar a acabar de sacarle brillo a un título que ya apunta muy buenas maneras.

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El concepto de Starbound es bien sencillo, lo cual no quiere decir que sea aburrido o simplón. Se crea un personaje de una de las seis razas disponibles (entre las cuales no hay más diferencia de momento que la estética y el trasfondo inicial) y éste aparece inmediatamente en la nave del jugador en órbita sobre un planeta aleatorio y de bajo nivel de amenaza. Las dos zonas principales en Starbound son la nave espacial, donde se establece la base principal del usuario, y el planeta que se esté visitando, que puede ir cambiando gracias al combustible y los saltos espaciales. Al principio, el juego lleva un poco de la mano al personaje, aportando misiones que enseñan las nociones básicas de exploración y construcción de objetos, con incluso la aparición de un gran jefe que no destriparemos por las risas que puede generar la sorpresa.

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La genialidad del concepto exploratorio de Starbound viene a través de su generador aleatorio de mapas, que facilita que cada jugador y cada visita a un sistema sea diferente a la anterior. Cada mundo que visitas presenta un bioma distinto (selva, bosque, desierto...) y está compuesto de manera diferente. Puede tratarse de un gran bosque de hierba roja con árboles cuyas hojas parecen algodón, o un gran desierto de arena morada que cuando deja paso a la vegetación sólo muestra enormes palmeras carmesí. Las posibilidades son casi infinitas y en ningún momento he encontrado dos planetas iguales.

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La misma regla se aplica a la composición o elementos que se pueden encontrar en el mapa. Dependiendo del nivel de amenaza de cada cuerpo celeste, diferentes son las recompensas que esconde el mismo. Así, un planeta con mayor amenaza tiene premios más suculentos en forma de minerales, materiales para construir o cuevas secretas repletas de tesoros o dinero.

Starbound es una experiencia que exige al jugador horas de dedicación, y que pide que su actitud sea abierta y sin una finalidad concreta. Al igual que otros grandes títulos indie como Minecraft, lo importante en este viaje espacial no es el final, sino el camino recorrido, y todas las sorpresas que puede deparar. Cada persona sigue una senda distinta (que pueden cruzarse en el modo en línea), disfrutando de una vivencia singular y de notable satisfacción.

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En mi caso particular, he compartido mis vivencias con otros dos compañeros de viaje y raro es que hayamos visto la misma cosa en distintos planetas. Hemos encontrado complejos carcelarios subterráneos, vigilados por guardias armados con rifles automáticos a los que tuvimos que derrotar con espada y escudo, y cuyos presos para colmo intentaron atacarnos al ser liberados en lugar de aclamarnos como sus salvadores (tiene tela el asunto).

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Nos hemos encontrado laboratorios de investigación donde los Apex (una raza de aspecto simiesco al más puro estilo El Planeta de los Simios) investigaban con sus congéneres intentando mejorarse a nivel biológico, aunque no iba muy bien por el aspecto de los sujetos de pruebas. También hemos encontrado cámaras subterráneas con lo que parecen ser residuos radiactivos, pozos de lava, agua o ácido, casas habitadas por seres amistosos o violentos, templos ocultos erigidos en nombre de deidades desconocidas y llenos de tesoros, túmulos escondidos de la vista con cofres llenos de metales preciosos junto a los restos del difunto. Hemos visto moscas que escupen fuego, rayos, veneno, mamíferos que escupen chorros de agua a presión, conejos asesinos que boxean o rinocerontes que se mueven erguidos y son pacíficos, entre otros muchos. Incluso nos hemos encontrado con un vestido de novia, que lucía estupendo en el robótico protagonista mientras tocaba el saxófono.

En definitiva, en Starbound cada jugador experimenta un viaje diferente a partir de un enorme universo que se genera conforme lo va explorando. Una delicia de juego que con un aspecto entrañable, una banda sonora preciosa y una idea y concepto de exploración casi ilimitado promete horas y horas de diversión para aquellos jugadores que estén dispuestos a afrontar tan portentoso periplo, a veces relajante y a veces extra-intenso. En mi caso, y tras algo más de 20 días de exploración espacial, no puedo esperar a ver qué secretos esconderá el siguiente planeta, o qué nueva herramienta seré capaz de construir.

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