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Halo 3

Mi Espartano y Yo - Halo 3

Esta semana recordamos el juego que muchos consideran la obra más fina y brillante de Bungie, Halo 3.

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Hubo dos títulos que volvieron a prender la mecha de mi amor por los videojuegos. Aunque nunca dejé de disfrutar del sector, Halo 3 y Mass Effect fueron las obras que me devolvieron a la facción 'hardcore', al grupo de los jugadores más entusiastas. Mass Effect ofreció la experiencia de juego de rol que llevaba esperando desde (el recién relanzado en iPad) Star Wars: Caballeros de la Antigua República, y tras mudarme a la costa sur, Halo 3 redujo las distancias reales entre mis amigos de siempre y yo. También redujo mucho mi tiempo de ocio disponible...

Pero no fue solo el multijugador de Halo 3 lo que me cautivó, sino que también jugué una barbaridad de horas a la campaña, tanto en solitario como en co-op. Re-jugué la aventura del Jefe una y otra vez, por lo que puedo recordar las escenas de la historia como si me hubieran ocurrido a mí. Desde derribar a los scarabs a liarme a tiros contra los enjambres de Covenant y Flood. Es difícil decir si tuvo el mismo impacto sobre mí que el primer juego, porque si bien está claro que 3 era un juego superior, por mucho, también había perdido lo que llamamos el "wow factor".

Halo 3

De todos modos, aunque el número de horas que eché a la campaña podría sonar exagerado, esa cifra palidece lógicamente frente a las horas que invertí en el multijugador online del juego. Para mí, mapas como Narrows, Guardian y Valhalla siguen guardando algunos de mis mejores recuerdos de mi vida de videojugador. Desarrollar roles con matices dentro de un equipo de Espartanos endurecidos con el paso del tiempo; aprender las sutiles complejidades de tantas arenas tan distintas; languidecer ante el nuevo contenido y devorar los paquetes de DLC; que por primera vez me importara algo tan aparentemente trivial como mi relación de bajas/muertes.

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La memoria que para mí define Halo 3 fue mi relación personal con mi Espartano. Cambié su apariencia (mediante opciones de comparación que parecen ahora ridículamente limitadas frente a los estándares de hoy), escogí mis batallas y perseguí desesperadamente los rangos más altos para demostrar estadísticamente mi valía en el campo de batalla.

Halo 3Halo 3

Empecé mal. Muy mal. Habían pasado años desde mi conquista de la campaña en solitario de Halo 2, tantos que sólo quedaba como un recuerdo distante. Me uní a un clan de jugadores que ya estaban firmemente establecidos, y comencé el lento proceso de acumular experiencia, mientras que una y otra vez me sentía como el eslabón más débil de la cadena.

Me pasé por las wikis para leer sobre las tácticas avanzadas que podría entonces emplear en el fragor de la batalla. Practiqué con el BR y el rifle de francotirador. Cambié los métodos de control a Bumper Jumper para poder maximizar mi habilidad de disparar mientras corría y saltaba. Me hice bastante bueno en el difícil arte de los headshots. Memoricé las localizaciones de aparición de las armas e intenté seguir recordando en directo el tiempo entre sus reapariciones, para poder pillar el importantísimo lanzacohetes o el camuflaje activo.

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Y las granadas adhesivas, oh, cómo me gustaban. ¿Hay una mejor sensación en los videojuegos que pegar una bola azul de la muerte en el careto de un rival que se aproxima, a sabiendas que en un momento su pantalla se cubrirá del brillo azul de la muerte inminente?

Halo 3Halo 3

Poco a poco, con el tiempo, comencé a mejorar. Eventualmente me hice bastante bueno, decente. Nunca un ser superior, pero casi siempre sólido y contundente. No sería hasta la salida de Halo: Reach que me haría un jugador realmente competente de Halo (y esa es una historia distinta que os contaré otro día), pero tras un tiempo mi relación bajas/muertes comenzó a decantarse y mi rango a subir sin parar.

Conseguir ese rango es uno de los momentos que recuerdo con más orgullo en los videojuegos. Nunca me acerqué al nivel 50 -mis reacciones y coordinación ojo-mano no llegaba a esa altura- pero iba escalando sin parar. En un momento dado, llegué a ser el tercer miembro más alto de mi clan, una fuente de inmenso orgullo para mí, especialmente considerando el hándicap con el que empecé.

El multijugador complementaba a la campaña en solitario de forma brillante (o a lo mejor era al revés), y hasta que llegó Reach jugué sin parar. No me atrevo a calcular la suma total de horas que gasté jugando a Halo 3. Su estupenda historia, su virulento combate, su ambientación de ciencia ficción, su adictivo multijugador... todo combinado para conformar uno de los mejores juegos de esta generación, y uno de mis favoritos para toda la vida.

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