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No mires arriba

No Mires Arriba (Netflix)

La nueva cinta de Adam McKay sirve para terminar el año con la conciencia removida.

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Pasaba con Black Mirror, Death to 2020 (A la mierda el...) o Years and Years: cuando veías un capítulo, por muy bueno que fuera, solías irte a la cama con el regusto agridulce de la mejor sátira: puedes echarte unas risas o contemplar una historia fantástica, pero te está advirtiendo de que la sociedad actual va cuesta abajo y sin frenos, y una parte de ti debe preocuparse. Lo interesante de las dos series británicas era, además, su calidad de visionarias, por el tiempo en que se idearon y filmaron y las muchas meteduras de pata que adelantaron e ilustraron con espantosa precisión. Algo parecido le ocurre a Don't Look Up. O Adam McKay sabía cómo viviríamos la pandemia del coronavirus, o simplemente echó en la cazuela todos los ingredientes ya podridos de esa sociedad y le salió el futuro.

En No Mires Arriba (título en español) no es un virus el causante de la catástrofe, sino un meteorito que, según los hallazgos científicos plenamente contrastados, impactará con el planeta Tierra en seis meses. Pero todo lo demás os sonará mucho a 2019-2021: negacionismo en diversos formatos, incompetencia e inoperancia política, sensacionalismo o bienquedismo por encima de la noticia, fake news y bulos antes que cualquier atisbo de realidad, viralización y adicción a redes sociales, populismo, radicalismo, el interés propio por encima de todo, explotación insensata de los recursos naturales, extremismo y polarización, corrupción a todos los niveles, prestigio por encima de desempeño, tecnología punta al servicio solo del negocio y el poder, corporaciones por encima de administraciones, mensajero por encima de mensaje y ruido, mucho ruido para que cada vez cueste más discernir ya no solo la verdad única, sino también cualquier claridad mínima.

No sé cuánto modificaron el guion McKay y un Leonardo Di Caprio al que se ve especialmente involucrado con el proyecto, pero sin duda parece más una película reflejo de dónde hemos llegado tras la irrupción de la Covid-19, que una cinta concebida prepandemia. Ese es uno de sus aspectos más impresionantes.

Curiosamente, en su desarrollo le pasa un poco como a la coetánea Matrix Resurrections; funciona mucho mejor en los primeros compases cuando el humor acierta, se pierde en la segunda mitad y no remata nada bien el final, pero como film es mucho más redondo, si hacían falta las comparaciones.

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¿Será por el pedazo de reparto? Aunque algunas reacciones están obviamente exageradas y ciertas situaciones tendrían una solución evidente que la película ignora deliberadamente, lo cierto es que No Mires Arriba se hace tan creíble la mayoría de las veces que da miedo y asco. El ritmo y los planos cortos en el primer tercio del largometraje -cuando el profesor Randall Mindy (Di Caprio) y su alumna Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence) intentan convencer a la gente y a las autoridades de lo que se les viene encima- hacen que su ansiedad se hace maravillosamente contagiosa.

Quizá el culmen de esta sensación es la primera escena en el despacho oval, cuando se descubre una presidenta de los Estados Unidos (Janie Orlean, interpretada por una Meryl Streep a la que ya cualquier papel le sale de Oscar) increíblemente desconectada de la realidad, tanto científica como ciudadana. Cuando el humor negro funciona en su máxima expresión, una sola escena es capaz de sacarte un par de carcajadas mientras te vas cabreando cosa fina.

Desde ahí McKay quiere tocar tantos palos que alguno se le cae y sobre más de un tema pasa de puntillas, pero la trama sabe encontrar dos o tres momentos destacables entre el batiburrillo. Convencen los personajes de las personas normales, así como la estridencia e inhumanidad de otros como el jefe de gabinete e hijo de Orelan (Jonah Hill) o Brie Evantee (Kate Blanchett), una especie de Susana Griso pero al más puro estilo americano. Por cierto, aunque todo el film está cubierto de barras y estrellas, sorprende que ya no resulte tan local como las pelis patrióticas de antaño; son mensajes perturbadoramente cercanos.

En los vaivenes finales, cuando la cosa se pone más tensa y los extremos se radicalizan, es interesante ver la transformación de un Di Caprio muy grande que empieza haciendo de paisano inseguro y termina imprimiendo la determinación del Lobo de Wall Street, todo porque así lo dicta su personaje. "¡¿Qué hacemos para comunicarnos?!" A su altura está Mark Rylance en la piel del gurú tecnológico Peter Isherwell, un papel tan bueno que le perdonamos a esta fusión malvada de Steve Jobs y Elon Musk que sea el responsable del excesivo metraje adicional y de su escena final más prescindible.

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Aunque es más efectista al principio que al final, al contrario de lo que se espera de una película catastrofista, No Mires Arriba me llegó a cabrear tanto que algunas de mis risas ya se hacían inquietas, y es ahí, en su mejor forma de criticar y remover, aunque sea a ratos, cuando se convierte en una cinta muy necesaria. Quién iba a decir que cerraría este año 2021 como uno de los mejores estrenos de las navidades.

No mires arriba
08 Gamereactor España
8 / 10
overall score
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