Cuando Ken Levine abandonó Irrational, comentó que el motivo por el que echaba el freno con el estudio era comenzar con un nuevo equipo que se centrara en experiencias conducidas por la narrativa y que fueran rejugables. Alimentados por las expectativas de lo que esto podría significar, teniendo en cuenta su trabajo en la saga Bioshock, estamos seguros de que no éramos los únicos que soñaban con lo que podría firmar. Dando un salto de dos años hacia adelante, nos topamos con la realización de ese sueño inmersivo y rejugable de Levine, pero no firmado por él (no todavía). Arkane Studios ha dado un paso al frente, tras crear el casi increíble e inmersivo shooter de ciencia ficción Prey, y le ha dado a este una expansión DLC llamada Mooncrash.
Una experiencia hecha y derecha, disponible como capítulo descargable para el juego base. Mooncrash se apoya en la estructura de Prey, pero le otorga una nueva ambientación, nuevas mecánicas, un par de objetos más y un giro que le aporta una rejugabilidad tan interesante que invita a volver en más de una ocasión tras haberlo completado.
Ese apoyo total en las bases ya elaboradas por el juego inicial logra que te sientas casi en casa nada más dar tus primeros pasos en la Phyteas, base lunar de TranStar. Existen una serie de espacios, una suerte de áreas abiertas en la superficie que conectan las diferentes secciones de esta base que luce bastante diferente a Talos; pero que en el fondo tiene un diseño y una arquitectura que grita claramente "Prey". Una decisión que no es mala en absoluto, al contrario; el diseño de entornos del original era uno de sus puntos fuertes, y volver a explorar una estación espacial hecha por Arkane sigue siendo muy divertido.
Lo que diferencia a Mooncrash de Prey es la estructura que tiene, y lo cierto es que nos encanta ese envoltorio que lo une a todo en este DLC. El jugador toma el control de un trabajador contratador por Kasma Corp, cuya tarea es investigar qué ha ocurrido en esta base secreta de TranStar. Para averiguarlo, se le introduce en una simulación de los eventos que tuvieron lugar en la superficie de la Luna, experimentando los hechos desde perspectivas diferentes. Es una genial manera de llevarnos a un escenario en constante cambio, con enemigos y elementos repartidos de forma diferente cada vez que jugamos.
A medida que completas objetivos en el juego, desbloqueas diferentes personajes que poseen una serie de habilidades con las que encajar en distintos tipos de jugador (por ejemplo, algunos tienen mejores poderes telepáticos, otros más salud, etc.), provocando esa curiosidad por jugar de nuevo con ese otro individuo que has desbloqueado para ver cómo se desenvuelve. Hay un total de cinco, pero con serias dificultades para conseguirlos a todos; de hecho la mayoría de jugadores probablemente pasen todo su tiempo de juego en las botas lunares de tres o cuatro de ellos, como mucho.
Una de las cosas que más nos han gustado es cómo los objetos conseguidos por un personaje permanecen en el mundo del juego cuando este muere, lo que permite que, al volver a jugar con otro, tengas la opción de conseguir ese equipamiento. Esta persistencia plantea una tentadora propuesta riesgo-recompensa en la que se suma el tiempo como factor de presión. A medida que las agujas del reloj avanzan, el estado de corrupción de todo va aumentando, lo que endurece aún más la dificultad. Los enemigos son más fuertes y, aunque vayas conociendo mejor el mapa y tengas un buen inventario, el constante crecimiento de su fortaleza hace que cada vez lo tengas más difícil.
La idea, como en cualquier experiencia roguelite, es que el juego sea más duro que tú, sobre todo cuando realizas una primera toma de contacto en la que apenas conoces nada, ni mucho menos esas triquiñuelas tan útiles para sobrevivir. Vas a morir, y mucho; pero Arkane ha sabido afinar lo suficiente como para que cada muerte, además de ser una parte necesaria de esta experiencia, sirva también para aumentar tu progreso y tus ganas de seguir, en lugar de llevarte por una frustrante senda de fallos.
Una vez has quemado una buena cantidad de vidas o escapado de la estación de un modo u otro, el juego se reinicia para empezar de nuevo, con la baraja de posibilidades mezclada de nuevo para mantener las cosas con cierto toque de interés. No es un reseteo pleno, ya que esa tripulación de personajes que consigues mantiene cierta progresión y los puntos conseguidos a través de determinadas acciones (matar a enemigos más fuertes de lo normal, por ejemplo) siguen estando disponibles para invertir en ese equipamiento desbloqueado en tus vidas anteriores. Si juegas bien e inviertes con cuidado, lograrás que cada vez que vuelvas a la Luna seas algo más fuerte que la anterior.
Esta fortaleza adicional significa que estarás mejor equipado para bregar con las zonas finales del juego y los enemigos que aguardan en ellas. Los niveles, habitados de forma procedural, hacen que nunca bajes la guardia y siempre estés alerta, lo que consigue que Mooncrash capture la esencia de Prey a pesar de un cambio estructural realizado a expensas de una narrativa mucho más guiada. La sensación de fondo que tenía el original sigue estando presente, solo que ahora se han cambiado las tornas para ofrecer una sensación diferente a la par que familiar.
Si tienes el juego base y te apetece revisitar las inmersivas delicias de Prey, esta expansión independiente tiene mucho que ofrecer a un precio bastante razonable para lo que da (19,99 €). Las mecánicas de juego interconectadas vuelven con una buena dosis de estilo, la experiencia es intensa y adictiva y, aunque no logre ser infinitamente rejugable, como anunciaba Bethesda cuando mostró el DLC hace un mes, la estructura general lo hace bastante bien a la hora de invitarte de vuelta para echar otra partida.