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Shadow of the Colossus

Análisis de Shadow of the Colossus

El clásico mata-gigantes de Team Ico vuelve con el trabajo de restauración de Bluepoint Games. Un coloso que se mantiene en pie trece años después.

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Cuando toca volver a visitar un juego como Shadow of the Colossus, el principal reto al que se enfrentan sus restauradores es dar en el clavo a la hora de decidir entre lo que hay que refinar para el público actual y lo que hay que dejar tal cual como fue en su día. ¿Te dedicas a poner al día, modernizar, retocar y trastear con todo o respetas la pureza de la visión original y dejas que hable por sí misma cuando se plante ante una mirada posiblemente dura por poco ilustrada? Ese ha sido el quid de la cuestión para Bluepoint Games en el último año, un estudio ya conocido por sus remasterizaciones y remakes anteriores que, como era de esperar, ha tenido un mimo extraordinario a la hora de rehacer el original de Team Ico para PS2 (si tienes PS3 recuerda que hubo Ico + SotC Collection), reconstruyéndolo desde sus mismos cimientos. Y ahora, tras pasárnoslo de cabo a rabo en PlayStation 4 podemos decir que el estudio, en casi todos los aspectos, ha hecho un gran trabajo.

Lo primero que toca mencionar, simplemente porque es lo primero que te impacta una vez arrancas el juego, es lo asombroso de su resultado visual. Este remake es toda una belleza, y el mundo que han construido para contener su aventura es tan épico como sobrecogedor. Puede que ese impacto no se pueda comparar con el de otros mundos abiertos recientes como, por ejemplo, Los Santos, y atendiendo a estándares modernos podría resultar algo vacío o incluso sin vida, pero es que estamos hablando de una réplica del original, de modo que las Tierras Prohibidas siguen mostrando signos evidentes de sus verdaderas raíces.

La escena de corte in-game que abre la aventura está montada con elegancia. Lenta, metódica, medida, una escena ideal para invitar a aventurarse. Wander, nuestro estoico protagonista, se adentra en este lugar abandonado con la intención de revivir a Mono, recogiéndola de entre los muertos. Para conseguirlo debe derrotar a los 16 colosos que le esperan en el mundo, de modo que no duda en subirse a su yegua, Agro, en busca de estas criaturas mitológicas.

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Shadow of the ColossusShadow of the Colossus

La exploración del mundo culmina por tanto en una sucesión de batallas contra los epónimos colosos, cada uno consistente en un puzle por resolver y un enemigo por matar. Es un planteamiento lineal y directo, y lo cierto es que Shadow of the Colossus nunca se desvía demasiado respecto a ese planteamiento sencillo pero preciso. Algunos lo encontrarán frustrante teniendo en cuenta la batería de distracciones que cualquier juego de mundo abierto esparciría por el escenario para un jugador de 2018. Para nosotros, sin embargo, es esa idea fija la que define la aventura, haciéndola al mismo tiempo muy de sus días y refrescantemente atípica cuando la miras con ojos contemporáneos. Después de todo, ¿cuántas veces hemos jugado aventuras que nos pedían salvar el pueblo/reino/mundo/galaxia pero que a la vez se complacían distrayéndonos con pasatiempos banales y recados por el camino? Aquí el objetivo está meridianamente claro, sin medias tintas: mata a los monstruos, salva a la chica.

La exploración se ve conducida por lo que es como una versión elaborada de Frío y Caliente. Cuando la luz del sol baña a Wander puede alzar su espada en alto y, si se dirige en la dirección correcta, como si proyectara una luz a través de un prisma, varios rayos se reúnen para formar un rastro único de luz que apunta hacia el destino. Las sombras se usan para aderezar el viaje; sin la espada para guiarte en las zonas más oscuras fallarás en más de una ocasión, pero no llega al punto de que te sientas completamente perdido. La ubicación de cada enemigo es distinta, y llegar hasta ella puede implicar cruzar caminos anteriores, pero una vez hayas recorrido todos los rincones del mapa de juego te darás cuenta de que no es tan grande como parecía en un principio, y de que la topografía de las tierras también provocan la ilusión de que estás explorando una vasta extensión salvaje.

Shadow of the Colossus
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Cuando sigues una de esas crípticas pistas y el más obvio rayo de luz azul, terminarás llegando al área que ubicará tu batalla contra el coloso que la habita. Cada encuentro es diferente, y estas criaturas descomunales adquieren formas de todo tipo, cada una exigiendo una aproximación distinta. No se trata de batallas contra barras de vida que van mermando, de modo que es más preciso describirlas como puzles por resolver. Una vez has averiguado cómo escalar o montar la criatura en cuestión, usando asideros para subir y en ocasiones aferrándote y jugándote la vida, es cuestión de encontrar un punto débil -resaltado con un brillo azulado si llevas la espada equipada- y entonces apuñalarlo brutalmente con tu hoja. De nuevo, ocurre de forma diferente en cada ocasión, pero cada enfrentamiento sigue el mismo patrón.

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Puede que la estructura repetitiva moleste a alguno, pero en nuestra opinión funciona realmente bien, definiendo más aún el atractivo individual de esta aventura atemporal. Para nosotros, el diseño esencial de Shadow of the Colossus, que hace un bucle entre exploración y combate basado en puzles en porciones bastante digeribles, es el principal motivo por el que la aventura ha envejecido tan bien. Y por supuesto para garantizar que se perciba como una aventura que merece la pena vivir en 2018 están esos gráficos, absolutamente maravillosos. Este gran mundo da la sensación de ser enorme, con unos imponentes acantilados que hacen que Wander y Agro parezcan insignificantes en comparación. Y el audio, desde los efectos sonoros de los crujidos hasta las piezas melódicas que apuntalan la sencilla historia, también ayuda a potenciar la atmósfera. Pero no todo está tan bien.

Quizá el mayor problema siguen siendo los controles. El radio de giro cuando vas a lomos de Agro es demasiado grande, algo que lleva a la frustración y que puede significar que tu camino se vea interrumpido de forma impertinente por obstáculos, algo que afecta a la sensación épica que por lo demás produce el acompañamiento musical y el esplendor visual que te rodea. Es más frustrante porque montar a caballo es algo que ha mejorado muchísimo en los juegos de los últimos años, y por tanto sabemos qué se puede hacer en este apartado. La exploración supone gran parte de la experiencia, y algo más de finura y respuesta controlando a tu amiga cuadrúpeda habría mejorado con creces el resultado. Asimismo, muchas de las animaciones de Wander y los enemigos también quedan bastante torponas, fracturando la inmersión durante escenas clave, lo que se suma a un movimiento de cámara ciertamente inconsistente.

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Otro aspecto que deriva en frustración es el tiempo que pasas en el suelo cuando te golpea un coloso. En ciertas circunstancias puede suponer prácticamente una sentencia de muerte, o cuando menos una fricción del todo inoportuna que se podría haber evitado con un tiempo de recuperación más corto. En general, sin embargo, el elemento del combate con puzles está muy bien hecho, por mucho que la solución de un par de colosos resulte algo rebuscada. Aunque la mayoría son relativamente directos y sólo te harán falta las pistas ofrecidas automáticamente tras esforzarte un rato, uno o dos de ellos no parecen tan elegantes y provocarán que los nuevos jugadores se tiren de los pelos (o terminen buscando ayuda online). Dicho esto, la dificultad está bastante bien medida en toda la partida y no es motivo de frustración (no tanto como los puntos señalados más arriba).

Y al final llega el final. El cierre es conmovedor y desafiante, metiendo un palo en la rueda de lo que parecía una historia de amor sencilla, de modo que su impacto perdurará tiempo después de dejar el mando. Cuando te acabas el juego puedes volver y jugar una Nueva Partida+ si quieres más reto o intentar superar tus tiempos en un coloso particular, a modo de speedrunner. Hay cuatro esquemas de control disponibles, para que puedas encontrar la que se ajusta a tus gustos y manías. Suele funcionar bastante bien, y la forma en que mantienes el botón de "agarrar" para aferrarte a la vida (como en The Last Guardian) es un buen toque para conectarte con la acción. No puedes moverte y disparar con el arco al mismo tiempo, algo que choca al principio, pero al menos puedes hacerlo sobre la montura de tu yegua (así que tienes un recurso si necesitas disparar y moverte). Las configuraciones de botones más modernas lo parecen hasta cierto punto, pero también conservan una parte muy 'old-gen' en las sensaciones. Por lo tanto, el placer aquí depende mucho de tus recuerdos sobre los primeros juegos en 3D y sus muchas idiosincrasias.

Si Shadow of the Colossus ya estaba en tu lista de los mejores juegos de la historia, te encantará saber que esta reconstrucción recupera el clásico y lo pone en el estándar que se merece. Es un mundo bello pero disperso, y las criaturas que lo habitan son magníficas en construcción y envergadura (el nuevo Modo Foto y los filtros visuales son geniales si quieres deleitarte con su diseño artístico). La fusión de combate, resolución de puzles y exploración marca una experiencia general memorable, pero también se nota el paso de los años en un par de apartados clave. Algunos encontraréis esos aspectos arcaicos algo molestos, pero nosotros preferimos verlos como unas merecidas arrugas de la sabiduría para un juego que ha envejecido con gracia y estilo, soportando el paso del tiempo por un lado y ofreciendo una vivencia singular y refrescantemente concentrada por otro.

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08 Gamereactor España
8 / 10
+
Es una preciosidad, ha envejecido muy bien gracias a un diseño de juego excelente, es una aventura concentrada y decidida.
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Montar a caballo ya no es un placer, algunas animaciones y varios ángulos de cámara resultan muy torpes.
overall score
Media Gamereactor. ¿Qué nota le pones tú? La nota de la network es la media de las reviews de varios países

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ANÁLISIS. Autor: Mike Holmes

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