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The Division 2

The Division 2 - Preanálisis

Hemos estado unas cuantas horas en la versión final de Washington D.C., y aún nos quedan muchas más por delante.

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Una de las cosas más curiosas de la crítica de videojuegos es que a veces tienes que jugar los mismos pasajes una y otra vez hasta que llega el momento de escribir, ya sea en distinto estado o en distintas versiones. Como jugadores, puede producir un efecto negativo en la diversión que debemos saber superar con calma. Con The Division 2, no hemos necesitado adaptarnos porque ha sido capaz de evitarlo por sí mismo de una forma sorprendente.

Ya hemos halagado en varias ocasiones la diversidad visual que nos hemos encontrado en esta recreación de Washington D.C., y lo volveremos a hacer. Ahora que hemos tenido la ocasión de movernos por donde nos ha dado la gana y de callejear por toda la ciudad, hemos comprendido mucho mejor por qué han escogido esta localización. Manhattan era un lugar excepcional, reconocible y cercano, pero las alternativas que hemos encontrado en la capital estadounidense y los detalles con los que se ha recreado cada espacio están a un nivel muy superior al del original.

Washington D.C. está repleto de puntos de interés y construido con una arquitectura que es capaz de separar espacios sin romper cierta homogeneidad e integración. Nos ha pasado eso que solo tienen los juegos de calidad artística alta, y es que te acabas desviando de tu misión solo para detenerte en un punto a observar algo que te ha llamado la atención y que no tiene nada que ver con la partida. Puede tener que ver con la propia realidad de las calles, o con la versión que nos presenta este futuro cercano, como ver la naturaleza retomar el control de los espacios. Se nos han ido las primeras 20 horas como si nada.

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Y aún no hemos hablado del gameplay. Los pilares básicos siguen intactos. En este shooter, como en el original, tienes que pasar mucho tiempos detrás de las coberturas, utilizando armas y habilidades para acabar con oleadas de enemigos. Sin embargo, hay pequeñas variantes que consiguen marcar diferencias. Las cosas pueden ser distintas hacia el final de la partida o en el end-game, pero en las batallas actuales ya estamos notando que el combate es más realista y, a la vez, más intenso. Los enemigos ya no parecen esos tragabalas que recibían tiros como si nada, pero a cambio son más letales. Que algunos duelos duron minutos es la excepción en esta segunda parte, eliminado la dualidad entre realismo y ficción del primero.

También consigue que todas las armas transmitan más sensación de poder. Dispara bien cerca un par de veces con una escopeta y el enemigo saldrá por los aires, o prueba a acertar en el hombro para comprobar cómo pierden el equilibrio y sus brazos quedan medio muertos. The Division 2 va más de tácticas y de precisión que de resistir para asestar todo el daño posible, y eso se comprueba fácilmente viendo cómo cae la armadura de los rivales más grandes dejando expuestos sus puntos débiles. Esta versión final nos ha servido para certificar que esa dureza y ese aguante de los malos no será tan bruto como en The Division, algo que no quedaba tan claro en las versiones de prueba a las que hemos tenido acceso.

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Otro logro es haber rebajado la sensación de repetición gracias a un bestiario más amplio. Cada facción consta de varios tipos de unidades que exigen un planteamiento y una posición de combate propia. Mientras que los suicidas ataviados con una bomba requieren atención y reacción inmediata, los francotiradores te obligan a pensártelo dos veces antes de salir a disparar. Cuando dos personajes así se juntan en un mismo conflicto es cuando sale a relucir la capacidad de decisión de cada escuadrón. Y también un buen equipamiento.

Sabemos que si hay algo que nos engancha de este tipo de juegos, incluso para echar una partida y volver a dejarlo, es seguir avanzando y conseguir más botines. El sistema de loot no ha cambiado mucho, y eso es bueno porque nos gustaba, así que prepárate para recibir una recompensa por cualquier cosa. Matar enemigos, explorar, ayudar a otros jugadores y hasta hacer un poco la gracia pueden ser motivos para ganar puntos de experiencia, equipamiento o piezas estéticas, de esas que se utilizan para diferenciarse del resto de jugadores. The Division 2 también invita a retocar las armas al gusto, a conseguir que la tuya sea más efectiva que la de los demás. A cambio, provoca que todo sea un poco más largo y complejo, pues tener que comparar daño, velocidad de disparo o mejoras disponibles se puede hacer pesado para quienes solo busquen la acción directa. Para quienes prefieran algo más clásico, Massive da la opción de volver a una versión similar a la antigua, por cierto, todo un detalle.

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Lo que nos tiene más preocupados en este análisis parcial es la historia. Dado el tipo de juego, tampoco nos hemos desvivido por meternos de lleno en la piel de los personajes y vivir sus dramas y combates, así que no teníamos las expectativas muy altas. Pero manejar a un protagonista silencioso que solo saben asentir cuando le dan una orden es bastante estéril y hasta aburrido. Por suerte, el gameplay es tan bueno que se lleva por delante esta debilidad y es fácil ignorarla. Además, todavía tenemos esperanzas en que mejore un poco.

Dicho esto, lo que más nos preocupa es que la jugabilidad, por muy mejorada que esté y por todas las actividades nuevas que incluya, está empezando a ser repetitiva tras estas 20 horas. La mayor parte de las veces estamos corriendo del punto A al punto B, con algo de interacción y mucho asesinato de horas enemigas. Ayuda que las unidades sean cambiantes, pero no tanto como para que se sostenga un diseño de niveles y misiones tan plano durante mucho más tiempo. Esperamos que las especializaciones del end-game aporten un cambio de ritmo que nos sirve para aguantar mientras llegan las expansiones.

No es que nos estemos quejando como tal, porque aún nos lo estamos pasando muy bien tras estas 20 horas con la versión final y otras tantas con las previas y la beta. Hay muchos otros títulos que, a estas alturas, ya nos tendrían hasta la coronilla con su monotonía. Pero Massive ha logrado superar bastante bien los problemas de este género al crear un mundo en el que apetece estar y completar misiones, enemigos que obligan a plantear las batallas con cabeza y muchas tareas por hacer. Unas cuantas horas más y os contaremos nuestra opinión final.

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