Análisis de The Hong Kong Massacre

Nos gustó mucho Max Payne, adoramos Stranglehold y no tenemos palabras para Hotline Miami, aunque nos saque de quicio. Con este pasado, no debe extrañarse nadie de que The Hong Kong Massacre, el primer título del nuevo estudio sueco Vreski, captase nuestra atención desde el primer tráiler, de 2017. Pero el riesgo de seguir la estela de esos ídolos es no estar a la altura.

Quienes estéis buscando un juego que ofrezca algo decente tanto en historia como en gameplay, next. Pero no porque no se juegue bien, sino porque la trama no dice nada. Otra vez volvemos a ese expolicía que está buscando venganza contra las mafias que mataron a su compañero. Lo que hace que no tenga tirón es la forma de contar, porque la mayor parte de los hechos se presentan como flashbacks, con nuestro acrobático amigo sentado en una sala de interrogatorios mientras explica por qué esta ciudad está llena de gángsters asesinos y edificios con más agujeros que un colador. Estas escenas breves con tanto texto están salpicadas de vez en cuando por algunas escenas de vídeo que se repiten, y que apenas son unos planos largos de siluetas en la distancia o de cortos de la cara de alguien. No es que no dé para Oscar, es que es para saltárselo.

Por suerte, la acción es todo lo contrario. No es que las mecánicas sean muy profundas, pero tiene algo adictivo en la frustración que provoca que una sola bala de un enemigo eche a perder una partida casi perfecta. Lo consigue también gracias a unos controles muy buenos y a unos gráficos atractivos. Como mueres de un solo golpe, es muy importante que se deje manejar bien, y con tan solo subir un poco la sensibilidad los mandos responden fenomenal a esta combinación de acción rápida y cámaras lentas.

The Hong Kong Massacre podría considerarse una copia más lenta de Hotline Miami si no fuera porque te permite esquivar balas y por esa formas molonas de acabar con todos, que son ralentizar el tiempo y hacer unos movimientos acrobáticos a lo Neo (por seguir en el mundo Matrix). En este instante, tu personaje se vuelve invulnerable, capaz de pasar entre cualquier peligro. Pero esto no quiere decir que vaya a ser fácil, hay muchas muertes esperando en la partida.

Porque cada pantalla está repleta de enemigos y con que haya un par en una misma habitación ya puede ser suficiente como para que te compliquen la vida. Después están los casos graves, es decir, llegar a un sitio en el que la recepción sea una lluvia de acero y tú, humano, caes con un roce. Ah, se nos olvidaba comentar un detallito, y es que los enemigos también saben esquivar de forma molona como tu personaje, así que hay que pensárselo dos veces todo. Por suerte, unos tiempos de carga rapidísimos son todo lo que hace falta para que repetir una fase no sea una tortura sino una invitación a probar tus habilidades a los mandos.

Tampoco estamos hablando de tener que repetir un nivel del tamaño de un mundo de un RPG. Cada una de sus 35 pantallas es corta como la que más, de entre 20 segundos y 3 minutos, así que consigue que estos ciclos de intento, muerte y repetición sean muy, muy intensos. Al final no vas a pasártelo, vas a intentar completar los tres retos que te propone el estudio sueco. De hecho, el peor fallo es que le falta otro incentivo más a la rejugabilidad, pues los retos siempre son iguales.

Pasar del restaurante de moda a una cochera y de ahí a un bloque de apartamentos puede que parezca diverso, pero la realidad es que la decoración no es capaz de ocultar que todos están estructurados de la misma forma. Estamos hablando de que se repiten elementos como puertas, ventanas, tipos de enemigos y, ya lo dijimos, retos. Incluso desde el mismo nivel inicial ya te aprendes los vicios de la IA, de esos enemigos que siguen rutinas de avanzar y retroceder o que se cochan con las paredes. También siguen la misma estructura los cinco jefes, y eso no es bueno. Todo sería un copia y pega total si no fuera porque tu personaje va mejorando y ampliando su arsenal con el paso del tiempo. Ametralladora, escopeta y rifle para plantar cara a los rivales más duros que surgen con el tiempo.

Es una pena que haya tantos elementos repetidos porque el gameplay de The Hong Kong Massacre, su pilar central, es maravilloso. Ver cómo los enemigos y los escenarios quedan hechos trizas por nuestras acciones es una gozada para la vista, sobre todo cuando nos deleitamos en slow-mo. Su buen control te cede toda responsabilidad de cualquier error o fallo que te haga volver a empezar y el mérito de conseguir los logros. Es como montarse una micropelícula de John Woo y las escenas de Neo en Matrix, pero con una historia muy mal contada y enemigos con mucho menos carisma que los agentes (aunque igual de repetidos).

The Hong Kong Massacre es a los videojuegos la versión en corto de una película de acción palomitera.